domingo, 18 de noviembre de 2007

Aprender de los niños es una tarea difícilEstar atento a los signos de los tiempos, de los vaivenes de nuestros alumnos, ponerse en el lugar de ellos, es saber escuchar y eso cuesta, cuesta mucho, sobre todo cuando uno es adulto.

"Un sentimiento de amor para el trabajo duro está bien, pero sin un sentimiento de amor hacia los niños es todo un desperdicio de tiempo". Ara Tai, niño o niña de Nueva Zelandia.
Cuantas veces nos preocupamos mas de planificar, de saber y comprender las nuevas teorías educacionales, las gestiones pedagógicas o administrativas y financieras, en fin, las tareas que nos demanda el sistema y cómo tantas veces, de manera casi irremediable, se nos olvidan los niños de carne y hueso, los verdaderos héroes cotidianos de la batalla por el aprender y el enseñar, el comprender y desarrollarse como personas integradas e integrales.
Sin ellos y sin nosotros, los profesores, no hay cambios educacionales de verdad, esenciales, que tocan a la persona humana en su identidad mas profunda, como diría un colega educador (a él lo puedo llamar educador, pues se ha ganado el titulo), que aún enfermo, se preocupa en cada uno de actos de educar, de orientar y promover la unidad entre los seres humanos.
Por eso trabajar duro está bien, es loable, es bueno para la administración del sistema, y no importa en qué nivel trabajemos. Pero más importante que esto, es saber saludar en las mañanas, dar un apretón fuerte de manos, un abrazo cuando es necesario, una sonrisa, una simple preocupación por la salud o la familia, una pregunta simple, pero que represente una verdadera disposición de acercarme al otro. Quién no sabe de esto, no puede ser un educador. Los educadores se nutren de la sabiduría que da el contacto y la experiencia humana, pues ellos aprenden o deben aprender a ser "expertos en naturaleza humana" y no necesariamente expertos tecnocráticos en proyectos, en administración o finanzas.